The Society of the Spectacle (1967) es un escrito filosófico en forma de crítica marxista de Guy Deboard (París, 1931 – Haute-Loire, 1994). El libro está estructurado en 221 tesis cortas de un párrafo en forma de aforismos divididos en 9 capítulos. En 1988 publicó Comments on the Society of the Spectacle. El libro es una crítica a la cultura del consumismo.
El espectáculo puede ser definido como la imagen invertida de la sociedad en la que las relaciones entre mercancías han suplantado las relaciones entre las personas, «la identificación pasiva con el espectáculo suplanta la actividad genuina«, es decir, el reinado de la economía de mercado. Guy Debord argumenta que la vida social puede entenderse como una manifestación cotidiana de fenómenos impulsados por el capitalismo: «el declive de ser en tener y de tener que simplemente aparecer«. Además, señala que la calidad de vida se empobrece con tal falta de autenticidad que las percepciones humanas se ven afectadas, y una degradación del conocimiento concomitante, lo que a su vez dificulta el pensamiento crítico. Las referencias a la teoría marxista están presentes en el escrito cuando habla de clases sociales, como al concepto de falsa conciencia, donde el espectáculo funciona como un chupete para las masas, una herramienta que refuerza el status quo y sofoca la disidencia. Debord también establece una equivalencia entre el papel del marketing en los medios de comunicación en el presente y el papel de las religiones en el pasado. La publicidad produce entusiasmo por un bien que resulta en «momentos de exaltación ferviente similar a los éxtasis de las convulsiones y milagros del antiguo fetichismo religioso«.
Debord explica dos formas de espectáculo, el concentrado y el difuso. La primera se implementa a través del uso de la fuerza y al culto a la personalidad, siendo propias de regímenes totalitarios. El segundo se basa en una gran abundancia de mercancías, y es más caracterizado en democracias siendo más efectivo ya que aplaca a las masas empoderando a los individuos a través del consumismo. El espectáculo difuso del capitalismo moderno se propaga explotando la insatisfacción persistente del espectador. Ya que está basado en lo efímero al adquirir un bien, es solo cuestión de tiempo antes de perseguir un nuevo deseo: un nuevo «fragmento» de felicidad. De este modo, el consumidor queda mentalmente esclavizado por la lógica inexorable del espectáculo: trabajar más duro para comprar más. Tras estos dos, Debord da paso a un nuevo espectáculo, el integrado, donde se combinan elementos del concentrado y del difuso. Este nuevo espectáculo continúa proporcionando abundantes bienes mientras se defiende con el uso de la información errónea/sesgada.