LA TEORÍA DE LOS SENTIMIENTOS MORALES – ADAM SMITH

LA TEORÍA DE LOS SENTIMIENTOS MORALES ADAM SMITHThe Theory of Moral Sentiments (TMS) (1759) es el primer libro del filósofo y economista escocés Adam Smith (1723 – 1790). Está basado en la ética de las personas humanas. En esta obra nace la teoría político económica y no en La Riqueza de las Naciones (WoN). Podemos decir que la TMS y WoN son dos obras complementarias, no se entiende una sin la otra. TMS es el respaldo moral y ético sobre las directrices presentadas posteriormente en el WoN. En esta obra Smith está muy influenciado por, su amigo, David Hume, como podemos observar a lo largo del libro en diferentes citas. En el TMS nos encontramos con su famosa mano invisible, que es citada una sola vez en toda la obra, concretamente en el primer capítulo de la cuarta parte.

PARTE I

De la corrección de la conducta.

La simpatía es, según Smith, el principio natural por el que los hombres nos interesamos por la suerte de otros (preocupación por los demás). La simpatía nunca puede llegar a ser perfecta, ya que no podemos ponernos en la piel de otro hombre y sentir lo que él siente, pero se puede aproximar: «ponerse en lugar del otro y asumir su situación». El amor propio es compatible con la simpatía, en cambio, el egoísmo es incompatible.

«Así como a la persona principalmente interesada en cualquier acontecimiento la place nuestra simpatía y le hiere la ausencia de la misma, también a nosotros nos agrada el poder simpatizar con ella y nos duele cuando no somos capaces de hacerlo«.

Cuando las pasiones de una persona están en perfecta afinidad con las emociones simpatizadoras del receptor, a este último le parecen justas y apropiadas. Pero si las pasiones de una persona no están en perfecta afinidad con las emociones simpatizadoras del receptor, a este último le parecen injustas e inapropiadas.
«Aprobar las pasiones de otros como adecuadas a sus objetos es lo mismo que observar que nos identificamos completamente con ellas; y no aprobarlas es lo mismo que observar que no simpatizamos totalmente con ellas«.

«El sentimiento o afecto del corazón del que procede toda acción y del que en última instancia depende toda su virtud o todo su vicio» puede ser considerado por el motivo que lo genera y/o el efecto que tiende a producir. «En la proporción o desproporción que el sentimiento guarde con la causa u objeto que lo suscita estriba la corrección o incorrección de la conducta consiguiente».

El único medio que disponemos para juzgar al prójimo es mediante una medida, esta medida está basada en las facultades del hombre que juzga. «Yo evalúo la vista de usted según mi propia vista«.

El punto intermedio donde se establece la corrección varía según las diferentes pasiones. En pasiones cuya expresión enérgica resulta indecoroso (inmoral) no existe simpatía alguna. En pasiones cuya expresión impetuosa resulta agradable existe una máxima simpatía.
«Y si consideramos todas las distintas pasiones de la naturaleza humana comprobaremos que son catalogadas de decentes o indecentes en la justa medida en que los seres humanos están más o menos dispuestos a simpatizar con ellas«.

Las pasiones del cuerpo se pueden sentir por nosotros mismos y por ello simpatizamos con ellas. Estas siguen los apetitos del cuerpo, que según muchos antiguos filósofos, esas son las pasiones que compartimos con las bestias. La templanza es la virtud que domina estos apetitos del cuerpo.
Los hombres establecen una gran simpatía con el dolor corporal. Gracias a la fantasía podemos sentir el dolor corporal de otra persona como si lo estuvieras padeciendo en tu propia carne.
Las pasiones que derivan de la imaginación promueven una escasa simpatía. Ej. el amor. Es complicado ponerse en la situación de otra persona cuando se intenta imaginar pasiones como el amor.

Las pasiones del odio y la animadversión, donde la simpatía se divide entre la persona que la siente y la persona que es objetivo de la misma. Ambas personas tienen opuestos intereses. La simpatía dependerá de su indiferencia al mal que le están ocasionando, de su paciencia…

De las pasiones sociales.
«Porque así como el ser objeto de odio e indignación proporciona más dolor que todo el mal que un hombre valiente puede temer de sus enemigos, … ¿Qué personalidad hay más detestable que la de quien obtiene placer sembrando cizaña entre amigos y convirtiendo su tierno afecto en odio mortal? Pero ¿en dónde radica la atrocidad de este agravio tan aborrecido? … Radica en privarlos de la amistad misma, en robarles el afecto del otro, del que ambos derivan tanta satisfacción; radica en la perturbación de la armonía de sus corazones y en la finalización de ese intercambio feliz que antes se entablaba entre ellos«.

Generalmente, los hombres estamos más dispuestos a simpatizar con pequeñas alegrías y grandes tristezas.

Smith llega a la conclusión de que nuestra propensión a simpatizar con la tristeza es muy grande y nuestra propensión a simpatizar con la alegría es muy pequeña. Sin embargo, cuando no existe la envidia entre hombres, nuestra propensión a simpatizar con la alegría es más grande que nuestra simpatía hacia la tristeza.

Generalmente, los hombres están más dispuestos a simpatizar con nuestra alegría, riqueza… que con nuestra pena, pobreza… De este modo los hombres tienden a mostrar más ampliamente sus riquezas y a ocultar su pobreza.

En muchas ocasiones las calamidades más espantosas no son las más difíciles de llevar, cuando se da una pequeña desgracia los hombres tienden a no simpatizar, y con una grande, por los menos muestran compasión.

La mayor causa de corrupción de los sentimientos morales es, según Smith, la disposición a admirar a los ricos y poderosos, y a menospreciar a los pobres. En lugar de admirar a los hombres sabios y virtuosos, y menospreciar a los viciosos y estúpidos.

PARTE II

Del mérito y el demérito, o de los objetos de la recompensa y el castigo.

Mérito, cualidad que merece una recompensa. «La acción que merezca recompensa deberá ser la que parece el objeto adecuado y aprobado del sentimiento que de manera más inmediata y directa nos impulsa a recompensar o a hacer el bien a otra persona«.
Demérito, cualidad que merece un castigo. «La acción que merezca castigo será la que parece el objeto adecuado y aprobado del sentimiento que de manera más inmediata y directa nos impele a castigar o a infligir un mal a otro«.
El agradecimiento (gratitud) y el rencor (animadversión) son los dos sentimientos que más impulsan a un hombre a recompensar o a castigar.

Simpatía directa: sentido de la corrección del comportamiento.
Simpatía indirecta: sentido del mérito.

La beneficencia (RAE: acción y efecto de hacer el bien a los demás) siempre depende del hombre realizarla, es libre. No se puede obligar a un hombre a ser beneficente, y mucho menos castigarlo. Pero según Smith: «El hombre que no recompensa a su benefactor cuando puede hacerlo y cuando el bienhechor necesita su ayuda, es indudablemente culpable de la más tenebrosa ingratitud«.
«Así como el hombre haga, se le hará, y la correspondencia parece ser la gran ley que nos dictó la naturaleza«.

Cada hombre, por naturaleza, cuida primeramente de sí misma. Un espectador imparcial actúa de modo que deberá moderar y/o reducir su amor propio para dar cabida al resto de personas. Podemos definir a este como un juez observador.

Según Smith las leyes más sagradas de la justicia son las que protegen la vida de todos los hombres, las siguientes son las que protegen sus posesiones y por último los contratos que se han realizado (promesas formuladas por otros).

El remordimiento es, para Smith, el sentimiento más temible. «Está formado por la vergüenza y por el sentido de la impropiedad del comportamiento pasado, por la aflicción ante sus consecuencias, por la compasión hacia los que las han sufrido y por el pavor y el terror ante la pena, a partir de la conciencia del encono justamente provocado en todas las criaturas racionales«.

El hombre necesita de la sociedad para vivir. Puede llegar a ser más feliz o menos, pero la sociedad nunca será disuelta. «La sociedad de personas distintas puede subsistir, como la de comerciantes distintos, en razón de su utilidad, sin ningún amor o afecto mutuo; y aunque en ella ninguna persona debe favor alguno o está en deuda de gratitud con nadie, la sociedad podría sostenerse a través de un intercambio mercenario de buenos oficios de acuerdo con una evaluación consensuada«. Pero una sociedad no puede subsistir con hombres que intentan herir a otros. «La sociedad puede mantenerse sin beneficiencia, aunque no en la situación más confortable; pero si prevalece la injusticia, su destrucción será completa«. La justicia es el pilar fundamental donde se tiene que apoyar la sociedad. «Para garantizar la observancia de la justicia, en consecuencia, la naturaleza ha implantado en el corazón humano esa conciencia del desmerecimiento, esos terrores del castigo merecido que acompañan a su quebrantamiento, como las principales salvaguardias de la asociación de los seres humanos, para proteger al débil, sujetar al violento y sancionar al culpable«.
«Quién perturba el orden público es así (amablemente o por la fuerza) expulsado de este mundo y otros quedan aterrorizados por su suerte y no siguen su ejemplo«.

Para que alguna cosa pueda ser objeto del agradecimiento o del enfado debe cumplir tres condiciones: primera, debe ser la causa del placer en el agradecimiento o la causa de dolor en el enfado; segundo, estas sensaciones deben estar presente en el hombre; y tercero, estas sensaciones deben de haber sido producidas intencionadamente.
«Es ciertamente habitual decir que estamos tan endeuda con el hombre que nos ha procurado ayudar como con el que de hecho nos ayudó«.
Según Smith el hombre es tan injusto en este aspecto, que en muchas ocasiones le concederá menor gratitud al primero que al segundo, debido a que el primero no consiguió ayudarle.
«El que el mundo juzgue por los hechos y no por las intenciones ha sido queja de todos los tiempos y es el gran desaliento de la virtud«.
Pero si la intención, las emociones… fueran las únicas causas del rencor del hombre, sentiríamos todas las furias sobre la persona que sospecháramos que tiene esas intenciones aunque nunca haya pasado a la acción. Se sancionarían según los pensamientos e intenciones de los hombres provocando que se juzgue como en la inquisición. Por lo que los únicos actos que se deben juzgar son los que ocasionan un daño real. Las personas, según Smith, deben ser juzgadas por sus actos y no por sus intenciones.
«El castigar sólo de acuerdo a las emociones del corazón, sin la comisión de ofensa alguna, es la tiranía más insolente y bárbara».

PARTE III

Del fundamento de nuestros juicios acerca de nuestros propios sentimientos y conducta, y del sentido del deber.

El principio por el cual aprobamos o desaprobamos nuestras propias acciones se fundamenta en nuestra propia capacidad para identificarnos en la situación de otra persona y comprobar si simpatizamos con los sentimientos y acciones que lo dirigieron.
«Aprobamos o desaprobamos nuestra propia conducta si sentimos que, al ponernos en el lugar de otra persona y contemplarla, por así decirlo, con sus ojos y desde su perspectiva, podemos o no podemos asumir totalmente y simpatizar con los sentimientos y móviles que la influyeron».
Este principio se basa en la perspectiva de un espectador imparcial, las acciones analizadas desde este diagnostican todos los impulsos que lo determinaron.

«Desear o llegar a aceptar el elogio cuando no es merecido sólo puede ser el efecto de la vanidad más despreciable. Desearlo cuando es merecido comporta desear nada más que el acto de justicia más elemental».

Las opiniones o juicios de otras personas sobre nosotros pueden tener diferentes connotaciones según cada persona. Las opiniones nos serán más o menos importantes para nosotros dependiendo del grado a nuestra mayor o menos incertidumbre sobre la corrección de nuestros sentimientos y la certeza de nuestros juicios. Nuestra incertidumbre acerca de nuestros propios actos provocan que deseemos saber la opinión de otras personas al respecto. Cuando una persona está satisfecha con todo su proceder, el juicio de los demás es algo irrelevante para él. En cambio, para una persona que no logra discernir entre la corrección de sus sentimientos, la opinión de otras personas que aprueban sus acciones, le provocan una alegría en su mente, pero si estas no son aprobadas pueden causar angustia.
«El omnisciente Autor de la naturaleza« ha hecho del hombre su propio juez de sus acciones.
Un hombre nunca se debe preferir por encima de otro hombre en forma que perjudique a este en beneficio propio.

Según Smith hay dos grupos de filósofos que han intentado explicar esta cuestión.
El primer grupo lo forman los moralistas «quejumbrosos y melancólicos». Estos han intentado incrementar nuestra sensibilidad con respecto a los intereses ajenos. «Pretenden que sintamos hacia los demás lo que naturalmente sentimos hacia nosotros mismos».
«Ellos creen que la conmiseración por los males que nunca vimos, de los que nunca hemos oído, pero que podemos estar seguros de que en todos los tiempos infestan a numerosos semejantes, debería ahogar los placeres de los afortunados y hacer que un cierto melancólico desaliendo sea la norma de todos los hombres».
Smith tacha este pensamiento de absurdo e irracionable. Sería inalcanzable, no podremos tener simpatía en quién no conocemos y no estamos relacionados. Provocaría una tristeza en nosotros y nunca beneficiaría a los que padecen.
El segundo grupo lo forman los moralistas de las antiguas escuelas filosóficas y los antiguos estoicos (escuela cínica). Han intentado disminuir nuestra sensibilidad con respecto a los intereses propios. «Que sintamos hacia nosotros mismos lo que naturalmente sentimos hacia los demás».
«Debemos ponderar lo que nos acontece igual que lo que le sucede a nuestro prójimo, o, lo que es lo mismo, igual que nuestro prójimo pondera lo que nos ocurre a nosotros».

Según Smith, la agonía, debido a la constitución de la naturaleza humana, nunca puede ser permanente. Si un hombre con dolor, evita el «paroxismo» (irritación, dolor, encono…) lo más rápido posible, vuelve sin esfuerzo a disfrutar de su tranquilidad habitual.

Existen dos contextos diferentes para poder analizar nuestro comportamiento como lo haría un espectador imparcial.
El primero, antes de realizar la acción. El ansia de la pasión no deja hueco al pensamiento de la acción antes de realizarla como si fuéramos una persona diferente, alteran la visión de las cosas.
El segundo, después de haber realizado la acción. Una vez finalizada esta, se pueden asumir más fríamente la visión del espectador imparcial, de esta manera se puede observar a posterior nuestro comportamiento.
«Una vez que su pasión es satisfecha y saciada empieza a contemplar lo que ha hecho desde el punto de vista desde el cual tenderán a verlo los demás, llega entonces a sentir realmente lo que había sólo previsto antes de modo muy imperfecto, y a los aguijones del remordimiento y el arrepentimiento empiezan a agitarlo y a atormentarlo».

El deber.
«La observancia de las reglas generales de conducta ya mencionadas es lo que recibe el apropiado nombre de sentido del deber, un principio de sobresaliente importancia en la vida humana y el único principio por el cual la mayoría de la humanidad puede orientar sus acciones»
.
Las personas mediante la disciplina, la educación y el ejemplo pueden ser aleccionadas para tener un respeto a las reglas generales, de modo que a lo largo de la vida pueda actuar con decencia y evite el posible reproche de una mala conducta.
Los hombres han sido creados para ser felices según el propósito original del Autor de la naturaleza. Si estos obran según las facultades morales será más fácil conseguir la felicidad de la humanidad. La esencia de estas reglas son garantizar el orden en el mundo y la felicidad.
Según Smith, puede plantearse que las acciones de hombre provengan de su sentido del deber, o del respeto a las reglas generales. Esto dependerá del sentimiento agradable o desagradable que produzca una acción independientemente de las reglas generales y de la exactitud o inexactitud de las mismas reglas.

PARTE IV

Del efecto de la utilidad sobre el sentimiento de la aprobación.

La utilidad es una de las principales fuentes de la naturaleza de la belleza. Smith cita a David Hume para mencionar su definición sobre utilidad: «Según él, la utilidad de cualquier objeto complace a su propietario porque constantemente le sugiere el placer o la comodidad que está destinado a procurar». Cada vez que se mira y/o usa el objeto se sucede una satisfacción, por lo que el espectador imparcial comparte con la simpatía de los sentimientos el verlo de la misma perspectiva.

Cada hombre debe de plantearse su propio dilema de como quiere vivir, si debido a la simpatía observa las riquezas de los ricos, mediante una vida de esfuerzos puede llegar a conseguirla, pero al final de está podrá pensar en si su esfuerzo durante muchos años ha valido la pena para conseguirla.

Una mano invisible.
«Una mano invisible los conduce a realizar casi la misma distribución de las cosas necesarias para la vida que habría tenido lugar si la tierra hubiese sido dividida en porciones iguales entre todos sus habitantes, y así sin pretenderlo, sin saberlo, promueven el interés de la sociedad y aportan medios para la multiplicación de la especie».
Smith nos explica que no es necesario una intromisión del Estado para que la riqueza y los bienes se repartan entre la sociedad de una nación.
Cuando un terrateniente, con grandes extensiones de campos, ha podido satisfacer su apetito con los mejores y sabrosos alimentos, su felicidad se ha visto completamente saciada, decide repartir el resto de alimentos, que su estomago no puede ingerir, con el resto de la sociedad. Por lo que un hombre pobre puede obtener alimentos mediante su servicio al terrateniente, que no podrían haber obtenido de su caridad.
De esta manera Smith nos explica como se produce el reparto de alimentos (en su ejemplo, pudiendo ser cualquier tipo de bien o servicio) en una sociedad.

La virtud de la prudencia está formada por la unión de dos cualidades. La primera, la razón y la inteligencia nos permiten apreciar las consecuencias de nuestros actos y si resultan ventajosos o desventajosos. La segunda, el autocontrol nos permite controlar nuestros actos para disfrutar en un futuro de una mejor condición, nos abstenemos de placer para poder disfrutar en un futuro de más placer o soportamos un dolor para evitar mayores dolores en el futuro. Smith la cataloga como la virtud más importante para el individuo.

PARTE V

De la influencia de la costumbre y la moda sobre los sentimientos de la aprobación y desaprobación moral.

Las costumbres y las modas ejercen gran influencia sobre los sentimientos morales de los hombres. Estos principios ejercen su dominio sobre los juicios que hacemos los hombres sobre las clases belleza.
El hombre comienza un proceso de ver dos bienes, al final se acostumbra y si resulta que los ve separados, siento que no es propio que estén separados. En definitiva, es un concepto de habituarse, los hombres lo hacen constantemente.
La moda es muy parecida a la costumbre, incluso se puede decir que van relacionadas. Normalmente lo que está de moda es lo que usan las hombres más influyentes, y el resto copian esas acciones u objetos, ya que sentimos moralmente que es algo genial y bueno. Según un bien sea más duradero o no, cambiará más rápido de moda.

Las costumbres y las modas son diferentes para los hombres. Algunos pueden estar de acuerdo y otros no compartir ese sentimiento. «¡Cuán diversas son las nociones que se forman en las distintas naciones acerca de la belleza de las forma y el semblante humanos!».

«Los principios de la imaginación de los que depende nuestro sentido de la belleza son de naturaleza sutil y delicada, y con facilidad son modificados por el hábito y la educación. Pero los sentimientos de aprobación y desaprobación moral se funden en las pasiones más profundas y vigorosas de la naturaleza humana, y aunque pueden ser torcidos no pueden ser pervertidos por completo».
La moda y la costumbre pueden influir sobre aspectos desaprobación modificando su sentimiento hacia la aprobación, pero sin estos principios (moda y costumbre) serían a la vista del hombre desaprobados.

A pesar de que las costumbres y las modas son diferentes para los hombres, también son diferentes en cada país. La cultura o vida en sociedad se normaliza según las costumbres y modas anteriormente adoptadas en cada país y pueden resultar muy opuestas en otro país.

«Un pueblo humanitario y refinado, más sensibilizado hacia las pasiones ajenas, puede asumir con más prontitud una conducta animada y apasionada, y puede perdonar con más facilidad un pequeño exceso«.

PARTE VI

Del carácter de la virtud.

«Cuando consideramos el carácter de cualquier individuo, lo enfocamos naturalmente bajo dos aspectos diferentes: primero, en lo que puede afectar a su propia felicidad, y segundo, en lo que puede afectar a la de otras personas».

La naturaleza encomienda a cada individuo en un primer momento al abastecerse de alimento, cuidar de su cuerpo eludiendo el daño y buscar el placer. Una vez estas han sido suministradas se deja rienda suelta a otras necesidades.
«El cuidado de la salud, la fortuna, la posesión y la reputación del individuo, objetivos de los que se supone que depende fundamentalmente su comodidad y felicidad en esta vida, es considerado el cometido propio de la virtud comúnmente denominada prudencia».
«Así como la prudencia, combinada con otras virtudes, es el carácter más noble, la imprudencia, combinada con otros vicios, es el más vil».

A los ojos del espectador imparcial, el único motivo por el cuál moralmente podemos dañar a otro hombre es el resentimiento de una injusticia. El dañar al prójimo por cualquier otro motivo al anterior es una violación de las leyes de la justicia y su actuación debe ser impedida y castigada.

Cada hombre siente sus propios placeres y dolores más intensamente que los de otras personas. Smith define la sustancia como una sensación original y la sombra a las sensaciones simpatizadoras.
La simpatía hacia nuestros familiares será siempre mayor que a la de el prójimo, debido a que a los primeros los conocemos más. El afecto entre los familiares debe ser recíproco y resulta incorrecto si es de otra manera.

«La persona que se junta básicamente con los sabios y virtuosos, aunque ella misma no pueda convertirse en sabia o virtuosa, inevitablemente concebirá al menos un cierto respeto por la sabiduría y la virtud».
La naturaleza provoca que nuestro comportamiento en acciones o deseos puedan verse modificadas debido a nuestras relaciones sociales.

El Estado donde nace un hombre, se educa y es protegido, es el grupo más extenso donde la felicidad o infelicidad se ve influida por nuestra buena o mala conducta. Por lo que nosotros pensaremos en obrar correctamente, ya que bajo este grupo se engloban nuestros familiares y personas queridas. La seguridad y prosperidad de este grupo está condicionada a los actos de cada uno.
El amor a nuestro país comprende dos principios distintos. El primero, un cierto respeto a la constitución y sus leyes, y segundo, del deseo que la vida de nuestros conciudadanos sea segura, respetable y feliz.

La propias pasiones del hombre pueden impulsarlo a violar las reglas que el mismo aprueba como buena conducta. Pero si el hombre domina sus pasiones puede obrar según la prudencia, la justicia y la benevolencia. Existen dos clases de pasiones:
La primera, donde se incluye el miedo y la ira. Exigen un considerable ejercicio de continencia.
La segunda, comprenden las complacencias egoístas: comodidad, placer… Aquellas que son fácilmente reprimibles, pero que al manifestarse constantemente pueden ocasionar graves extravíos.

El principio de la autoestima puede ser muy alto o muy bajo dependiendo de cada hombre. Al juzgarnos nosotros mismos lo hacemos en base a dos criterios. Uno, la idea exacta de perfección que tengamos, la persona sabia y virtuosa se juzga por este criterio. El otro, a lo comúnmente alcanzado por otras personas.
«El hombre que se aprecia como debe, y no más, en contadas ocasiones deja de obtener de los demás la estima que él juzga apropiada. No ambiciona más de lo que merece y está con ello totalmente satisfecho. … El hombre orgulloso y el vanidoso, por el contrario, viven siempre insatisfechos».

PARTE VII

De los sistemas de la filosofía moral.

Existen tres clases de virtudes (disposición del ánimo que constituye el carácter excelente y loable). Para Smith cada una de ellas tienen aspectos positivos a destacar.

Virtud de la corrección.
«Según Platón, Aristóteles y Zenón, la virtud estriba en la corrección de la conducta o en la conformidad entre el afecto desde el que actuamos y el objeto que lo anima».

Para Platón el alma es un pequeño estado o una república, y se le pueden atribuir tres facultades.
La facultad del juicio o razón, pasiones en el orgullo y el resentimiento, y pasiones en el amor al placer.
Cuando estas tres facultades están en perfecto recíproco, el alma está en perfecta armonía.

La justicia, a la que Smith se refiere en la segunda parte segunda sección primer capítulo, se puede definir como «En un sentido se dice que somos justos con nuestro prójimo cuando nos abstenemos de ocasionarle ningún daño efectivo y no le perjudicamos directamente ni en su persona, ni en su propiedad, ni en su reputación».
Tipos de justicia.
Justicia conmutativa (Aristóteles y los escolásticos): hagamos voluntariamente lo que con propiedad se nos podría obligar a hacer.
Justicia distributiva: en este tipo la justicia comprende todas las virtudes sociales. Consiste en la correcta beneficencia.
En este último tipo la justicia es la exacta y perfecta corrección de la conducta y el proceder. En este seríamos injustos si no valoramos un objeto o acción como lo haría el espectador imparcial.

Para Aristóteles, «la virtud consiste en el hábito de la mediocridad conforme a la recta razón». La virtud de la frugalidad se halla en el medio de la avaricia y exceso. La de la fortaleza entre la temeridad y la cobardía. La virtud reside en el hábito de la moderación.

Para Zenón (fundador de la doctrina estoica), todo hombre está encomendado a su propio cuidado. La riqueza, la salud, el poder, los honores, el respeto… son preferibles para nosotros mismos y la gente que nos rodea. El dolor, las enfermedades, la pobreza, el menosprecio… son cosas a ser evitadas.

«La conducta sabia, prudente y buena era en primer lugar la que más podría garantizar el éxito en cualquier empresa, y en segundo lugar, si no lo conseguía, la mente no quedaba sin consuelo».

Además de estas antiguas doctrinas, hay sistemas modernos donde la virtud consiste en la corrección o en la aprobación entre el efecto desde el que actuamos y la causa u objeto que lo estimula.

Virtud de la prudencia.
Epicuro (fundador del epicureísmo) como su máximo defensor de esta virtud proponía que los únicos objetos naturales de deseo eran el placer y el dolor corporal. El poder y la riqueza generan placer y la pobreza genera dolor.

Virtud de la benevolencia.
Según los eclécticos, la benevolencia o el amor era el único principio activo de la divina naturaleza. Solo mediante actos de amor y caridad se podía imitar a la Deidad.

El principio de la aprobación. Hay 3 explicaciones distintas de como aprobamos o desaprobamos nuestros actos y de los demás. Primero, mediante el amor propio, segundo, la razón, y tercero, la satisfacción que nos inspira la visión de ciertos actos.

Las reglas morales admiten muchos grados de precisión. Existen dos vías para clasificarlas.
Primera, comprende a los antiguos moralistas, que intentaron explicar de modo general los vicios y las virtudes, y señalar la desproporción y miseria de una disposición; pero no han querido estipular muchos criterios precisos que deban ser respetas sin excepción.
Segunda, comprende a los moralistas de la iglesia católica romana hasta la Edad Media, estos no solo generalizaron las lineas de la conducta que debía seguir todo hombre, sino que trataron de fijar reglas precisas para dirigir nuestros actos en todos los contextos.

Las infracciones del deber moral son de tres tipos:
Primera, infracciones a las normas de la justicia, si cometes la infracción, que está declarada, mereces el castigo.
Segunda, infracciones a las normas de la castidad, formadas por grandes quebrantos de las reglas que normalmente ocasionan daños al prójimo. Generalmente de una norma bastante clara.
Tercera, infracciones a las normas de la veracidad, la violación de la verdad puede ocasionar o no una infracción a la justicia.


LECTURA 1. 8 AGO 2016. Alianza Editorial. Edición de Carlos Rodríguez Braun.
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